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La Doble Vida De Willian Brodie

Antiguo Edimburgo
William Brodie nació en Edimburgo, el 28 de Septiembre de 1741, en el seno de una renombrada familia. Su padre era un respetado ebanista Lawnmarket en Edimburgo y pasó a ser miembro del Ayuntamiento.

William fue el mayor de once hermanos, la mayoría de los cuales murieron en la infancia.

Su padre expresó sus deseos de que el joven William aprendiera de su oficio, pero el joven, que ya mostraba tendencias y modales de dandi, alegó su desinterés por el negocio y aunque llegó a convertirse también en un gran experto trabajador de la madera, pasaba gran parte de su tiempo dedicado a juegos de azar, presumiblemente con dados trucados.

William Brodie
Sin embargo su buen trabajo como ebanista le hizo granjearse la admiración y la confianza de clientes acaudalados que le encargaban proyectos y trabajos. William los realizaba todos a la perfección, pero las noches seguía dedicándolas al juego.

Cuando en 1780 murió su padre (se dice que esa noche el joven William salió a jugar a los dados como de costumbre), William heredó la gran casa de la familia, así como una gran suma de dinero.

Dado que ya era considerado como un excelente ebanista, se hizo miembro del Ayuntamiento, y al igual que su padre, fue Deacon (Jefe) de la Incorporación de ebanistas Masones.

Debido a la adicción a los juegos de azar y la obligación que tenía de mantener a dos amantes y los cinco hijos, y a sus relaciones con la aristocracia de Edimburgo, sus gastos se incrementaron y menguaba su dinero a pasos agigantados. William ideó entonces un plan para poder seguir llevando la vida que le gustaba.

Parte de su trabajo, además de construir y reparar muebles, consistía en instalar y reparar las cerraduras de las puertas. Brodie iba frecuentemente a las casas de los comerciantes y sus establecimientos para tomar medidas para los nuevos gabinetes de madera o de otro tipo.

Wiliam Brodie y su complice George Smith

Cuando hubo oportunidad, William hizo impresiones de las llaves en masilla o cera de las puertas y cajas fuertes cuando realizaba su trabajo de ebanista en dichas casas Se asoció con un cerrajero inglés, para que fabricara las llaves. Por la noche, los dos hombres regresaban a los lugares entrar sin complicaciones y robar todo lo que podían, tanto objetos como dinero en metálico de las cajas de caudales.

Con cada éxito de robo, se hicieron más audaces, manteniendo esta doble vida durante muchos años. Nadie sospechaba del respetable Diácono Brodie.

Robaron dinero de la Royal Exchange, oro y joyas de diamantes, plata gran cantidad de artículos como relojes y sedas.

En agosto de 1787 se llevaron una gran cantidad de té negro de elevado precio, de un colmado. En octubre entraron en la Biblioteca de la Universidad de Edimburgo para robar los tres siglos de antigüedad de la Plata del Colegio maza.

Mientras el estado de alarma prevalecía en el casco antiguo de la ciudad Edimburgo el Diácono Wright mantenía su serenidad y doble vida, hasta que un comerciante en reparar cerraduras denunció en voz alta a los criminales. Brodie planeó entonces una última incursión en la armada de Su Majestad la Oficina de Impuestos. Se planificó el robo y tomó más de dos cómplices. Durante este asalto fueron sorprendidos. Uno de ellos fue capturado y dio pruebas contra el resto de la pandilla. Los demás escaparon y el Ayuntamiento ofreció una recompensa.

Brodie, que había huido a Amsterdam, fue encontrado más tarde (en el punto de la vela a los Estados Unidos) y fue extraditado para ser sometido a juicio.

El juicio se celebró el 27 de agosto de 1788 y los jueces estuvieron sentados durante 21 horas sin interrupción mientras Brodie permanecía de pie tras la reja protectora. Tenían orden de que fueran sumarísimos, sin prórrogas innecesarias. Las pruebas le delataron y lo encontraron culpable. Ya no se podía escudar en su honorabilidad de día.

La última mañana de su vida comió un filete y salió con buena predisposición de ánimo a que la sentencia se ejecutara. Este buen humor se debía, según cuenta la leyenda, a que había preparado un plan para que su ejecución fuera solo aparente.

La leyenda afirma que había deslizado un tubo de plata en su garganta para evitar la asfixia, sobornando al verdugo para que pusiera la soga de tal manera que no rompiera su cuello y dando una buena cantidad de dinero a un médico para que lo reanimara más tarde. Para algo le tenían que servir todos sus contactos y las riquezas recaudadas durante sus años de malhechor. Todo estaba preparado para el momento decisivo. Se podría decir que todo estaba atado y bien atado.

A la hora fijada fue ahorcado públicamente tal y como indicaba la sentencia y permaneció colgado durante unos minutos. Luego la cuerda fue cortada, su cuerpo descolgado y depositado en una carretilla por sus amigos que lo llevaron al médico sobornado.

A partir de aquí los datos son confusos. No se sabe si resucitó. Un rumor dice que sobrevivió a la condena y que fue visto vagabundeando por París años después, lo que se contradice con la evidencia, pues su cadáver se encuentra, y puede ser contemplado, tras la Capilla del Bienestar en Edimburgo.

¿O tal vez no se trata de él?

En la Corte de Justicia de esta localidad está depositada su linterna y su juego de ganzúas. La horca como buen ebanista la había construido él años atrás.

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